Salimos esta mañana descansados y bien alimentados, camino de Tívoli. En concreto de la Villa d'Este, que es la que quedamos en ver. Yo voté por ver las tres villas de Tívoli, pero teniendo en cuenta que solo tienen cinco días para ver todo lo posible, preferían cambiar la Villa Adriana y la Villa Gregoriana por el Vaticano. Ante eso, cualquiera se queda sin argumentos, así que después de disfrutar de un agradable paseo por los jardines d'Este, deleitarnos con los frescos del interior y reponer fuerzas con una deliciosa pizza, nos despedimos de Tívoli.
Bueno, y antes de seguir con el relato y solo para aquellos que quieren recetas, ahí va una: a la masa de la pizza horneada y ya fría, se le pone salsa rosa, lechuga en juliana y unas gambas cocidas y peladas y ya tenéis una buena pizza para el verano: jugosa, fresca, fácil y rápida de preparar.
Bueno pues como os contaba, después de perdernos un poco, a pesar del navegador, por las calles de Roma, al final conseguimos dejar los coches en muy buen lugar, y en autobús, emprendimos la tarea de mostrar a nuestros amigos, parte de los tesoros de la ciudad eterna.
Y creo que ahí comencé a equivocarme. Les hice bajarse una parada antes de su destino, para mostrarles la bella Columna de Trajano, bueno apenas vislumbrarla, ya que íbamos camino del Vaticano. Andando y desde lejos, contemplaron el Victoriano, de más cerca el Palacio Veneciano y ya desde el autobús, pudieron seguir contemplando las bellezas de Roma. Creo que les pareció corto el camino hasta la Plaza de San Pedro, a lo mejor porque iban sentados...
Yo les quería haber bajado un parada antes para haber entrado a la plaza andando y por la Via de la Conciliazione, es la vista más bonita de la plaza, si excluimos lógicamente la que se contempla desde la cúpula, cosa que solo sabemos los que nos hemos subido a pie los 320 escalones de rigor. En fín, el caso es que no me atreví y entramos a la plaza por un lateral. Aún así, la visión les impresionó mucho, a pesar de que la plaza está, en estos días, en parte vallada y con sillas. El caso es que lo primero que hicimos fue ponernos en una larga cola para pasar el control policial para poder llegar a la Basílica.
Isabel, a la que le temblaban las piernas de emoción, según sus propias palabras, y nó de cansancio ni debilidad, nos pidió que la acompañáramos hasta las tumbas de los papas, cosa que hicimos. Así que después de visitar las tumbas, entre otras la de San Pedro y apreciar la belleza de sus mármoles, entramos en la Basílica donde ellos quedaron apantallados por su grandiosidad, y todos mudos ante tanta belleza.
A la salida, fuimos a comprar unos souvenirs en una tienda recomendada, mucho más barata que el resto de la zona, aprovechamos para hacer un alto en el camino y reponer fuerzas, pues ya habían pasado más de seis horas desde nuestro último tentempié y teníamos necesidad de nuevas energías.
Estuvimos dando un pequeño paseo, según mi criterio, por los alrededores, y ya en autobús, nos acercamos de nuevo hasta la plaza de Venecia.
Yo insinué que ya que no era muy tarde, podíamos acercarnos hasta la Fontana de Trevi, que no quedaba muy lejos de la plaza, y fuimos, no con muchos ánimos por parte de la totalidad del personal, que ya acusaba el desgaste del día. Me perdonaron al contemplarla, pero mira tu que a la vuelta, por tratar de acortar camino, en lugar de volver por el que habíamos llegado, probamos otro que yo propuse, siguiendo las instrucciones de unos militares de aviación, que o bien no entendieron mi pregunta, o conocían Roma solo desde las alturas, el caso es que después de haber andado unos 400 metros, tuvimos que volver sobre nuestros pasos de nuevo a la Fontana, para siguiendo el viejo camino, llegar a la parada de autobus.
Aunque parezca mentira no me sacrificaron, hubo algún que otro comentario, por parte del personal más allegado, pero la sangre no llegó al río, y cuando aún no eran las once llegamos a Orvieto en medio de un aguacero, que afortunadamente no nos pilló en Roma camino de vuelta de la Fontana, pues creo que si hubiera sido así, hoy no hubiera podido comentar la jornada.
Por cierto, es casi seguro que mi equivocación se debió a que alguien del grupo debió de pedir al tirar sus monedas: "volver a ver la Fontana..." y claro.
Y otra cosa, si os estáis preguntando el porque del título, la pregunta se la tendrías que haber hecho a mis amigos cuando iban camino, a última hora, de la Piaza Venezzia...
De todas formas, no han escarmentado, mañana quieren más y en la misma ciudad.
Bueno, y antes de seguir con el relato y solo para aquellos que quieren recetas, ahí va una: a la masa de la pizza horneada y ya fría, se le pone salsa rosa, lechuga en juliana y unas gambas cocidas y peladas y ya tenéis una buena pizza para el verano: jugosa, fresca, fácil y rápida de preparar.
Bueno pues como os contaba, después de perdernos un poco, a pesar del navegador, por las calles de Roma, al final conseguimos dejar los coches en muy buen lugar, y en autobús, emprendimos la tarea de mostrar a nuestros amigos, parte de los tesoros de la ciudad eterna.
Y creo que ahí comencé a equivocarme. Les hice bajarse una parada antes de su destino, para mostrarles la bella Columna de Trajano, bueno apenas vislumbrarla, ya que íbamos camino del Vaticano. Andando y desde lejos, contemplaron el Victoriano, de más cerca el Palacio Veneciano y ya desde el autobús, pudieron seguir contemplando las bellezas de Roma. Creo que les pareció corto el camino hasta la Plaza de San Pedro, a lo mejor porque iban sentados...
Yo les quería haber bajado un parada antes para haber entrado a la plaza andando y por la Via de la Conciliazione, es la vista más bonita de la plaza, si excluimos lógicamente la que se contempla desde la cúpula, cosa que solo sabemos los que nos hemos subido a pie los 320 escalones de rigor. En fín, el caso es que no me atreví y entramos a la plaza por un lateral. Aún así, la visión les impresionó mucho, a pesar de que la plaza está, en estos días, en parte vallada y con sillas. El caso es que lo primero que hicimos fue ponernos en una larga cola para pasar el control policial para poder llegar a la Basílica.
Isabel, a la que le temblaban las piernas de emoción, según sus propias palabras, y nó de cansancio ni debilidad, nos pidió que la acompañáramos hasta las tumbas de los papas, cosa que hicimos. Así que después de visitar las tumbas, entre otras la de San Pedro y apreciar la belleza de sus mármoles, entramos en la Basílica donde ellos quedaron apantallados por su grandiosidad, y todos mudos ante tanta belleza.
A la salida, fuimos a comprar unos souvenirs en una tienda recomendada, mucho más barata que el resto de la zona, aprovechamos para hacer un alto en el camino y reponer fuerzas, pues ya habían pasado más de seis horas desde nuestro último tentempié y teníamos necesidad de nuevas energías.
Estuvimos dando un pequeño paseo, según mi criterio, por los alrededores, y ya en autobús, nos acercamos de nuevo hasta la plaza de Venecia.
Yo insinué que ya que no era muy tarde, podíamos acercarnos hasta la Fontana de Trevi, que no quedaba muy lejos de la plaza, y fuimos, no con muchos ánimos por parte de la totalidad del personal, que ya acusaba el desgaste del día. Me perdonaron al contemplarla, pero mira tu que a la vuelta, por tratar de acortar camino, en lugar de volver por el que habíamos llegado, probamos otro que yo propuse, siguiendo las instrucciones de unos militares de aviación, que o bien no entendieron mi pregunta, o conocían Roma solo desde las alturas, el caso es que después de haber andado unos 400 metros, tuvimos que volver sobre nuestros pasos de nuevo a la Fontana, para siguiendo el viejo camino, llegar a la parada de autobus.
Aunque parezca mentira no me sacrificaron, hubo algún que otro comentario, por parte del personal más allegado, pero la sangre no llegó al río, y cuando aún no eran las once llegamos a Orvieto en medio de un aguacero, que afortunadamente no nos pilló en Roma camino de vuelta de la Fontana, pues creo que si hubiera sido así, hoy no hubiera podido comentar la jornada.
Por cierto, es casi seguro que mi equivocación se debió a que alguien del grupo debió de pedir al tirar sus monedas: "volver a ver la Fontana..." y claro.
Y otra cosa, si os estáis preguntando el porque del título, la pregunta se la tendrías que haber hecho a mis amigos cuando iban camino, a última hora, de la Piaza Venezzia...
De todas formas, no han escarmentado, mañana quieren más y en la misma ciudad.