domingo, 30 de marzo de 2008

Naumaquias. Batallas navales de salón

Como mañana vamos a Ostia, el puerto de Roma, es decir que va de barcos, pues os incluyo esta nota que he visto en un blog la mar de interesante y que os recomiendo: Historias con historia

Los grandes juegos romanos no sólo consistían en luchas de gladiadores y ver morir prisioneros entre las fauces de animales salvajes. Durante la celebración de estos juegos, que duraban varios días e incluso semanas, se celebraban varios tipos de espectáculos para deleite y regocijo del pueblo romano. Lo más conocido, sin duda, eran las peleas de gladiadores, pero además se celebraban "combates de tropas" en donde se enfrentaban entre sí a dos pequeños ejércitos. También se realizaban grandes desfiles llamados "Pompa", se representaban dramas y comedias y se competía en carreras de bigas (carro de dos caballos) o cuadrigas (cuatro caballos). Una de las cosas que más agradaban al pueblo Romano eran las "Venationes" que eran los espectáculos donde participaban animales exóticos traídos de las tierras conquistadas. Al principio comenzaron siendo simples exhibiciones de fieras, pero como supongo que la simple contemplación de animales les resultaba aburrido, empezaron a surgir algunas variantes como la lucha entre fieras (de la misma especie o diferentes), la lucha de hombres y fieras o simplemente arrojar los prisioneros como forma de deshonroso castigo. (NOTA: Tanto gustaban estos espectáculos, donde en ocasiones participaban varios miles de animales, que hubo algunas especies en serio peligro de extinción).

Pero sin duda el más espectacular y colosal espectáculo de todos los que se celebraban eran las Naumaquias. La primera naumaquia conocida fue la ofrecida por Julio César al pueblo de Roma en 46 a.C., durante la celebración de su cuádruple triunfo. Tras haber hecho construir una piscina cerca del Tíber, capaz de albergar auténticas birremes, trirremes y cuatrirremes, la representación movilizó a 2.000 combatientes y 4.000 remeros, reclutados entre los prisioneros de guerra. Después fue Augusto quién ofreció una naumaquia que tomó como modelo la celebrada por César. Para ello hizo construir en la margen derecha del Tíber una piscina en la que se enfrentaron 3.000 hombres (sin contar los remeros), 30 navíos dotados de espolón y numerosas unidades más pequeñas. Luego vino Claudio quién organizó en 52 d.C. una naumaquia en una vasta extensión natural de agua, el lago Fucino. Tácito lo narró así: y

"Por la misma época, tras cortar el monte que hay entre el lago Fucino y el río Liris, y a fin de que una obra tan colosal pudiera ser visitada por las masas, se organiza una batalla naval en el mismo lago, tal como en otro tiempo había hecho Augusto con ocasión de la construcción de un embalse al otro lado del Tíber, aunque con naves ligeras y una tropa menos numerosa. Claudio armó trirremes y cuatrirremes y también a diecinueve mil hombres; había hecho rodear el perímetro del lago con balsas para que no quedara escapatoria alguna, pero eso sí, delimitando un espacio para las maniobras de los remos, las artes de los pilotos, los ataques de las naves y las demás acciones propias del combate. En las balsas se habían apostado manípulos y escuadrones de las cohortes pretorianas y en la parte delantera se habían montado unas plataformas para disparar desde ellas las catapultas y ballestas. El resto del lago lo ocupaban los marineros en naves cubiertas. Una multitud innumerable llenó las riberas, las colinas y las partes elevadas de los montes, como si de un teatro se tratara; unos procedían de los municipios próximos y otros de la Ciudad misma, llevados por la mera curiosidad o por honrar al príncipe. Éste, vestido con un manto llamativo, y a su lado Agripina, con una clámide dorada, ocuparon la presidencia. Se peleó, a pesar de ser entre malhechores, con un espíritu propio de valientes guerreros y, tras muchas heridas, se les perdonó la vida."

A diferencia de los gladiadores que eran adiestrados para luchar y podían o no morir en combate, los luchadores de las Naumaquias eran gente de baja estofa o prisioneros condenados a muerte por lo que estos espectáculos eran auténticos baños de sangre. NOTA: Se sabe con seguridad que los naumachiarii (los combatientes en las naumaquias), saludaron al emperador antes del combate con una frase que posteriormente se haría famosa: Morituri te salutant ("Los que van a morir te saludan"). Aunque una tradición errónea haya hecho considerar que ésta era la fórmula ritual con la que los gladiadores se dirigían al emperador antes del combate, tan sólo se tiene constancia de su empleo durante la celebración de esta naumaquia.

Las naumaquias, además, tenían la particularidad de desarrollar temas históricos o pseudohistóricos. Así cada una de las flotas que se enfrentaban encarnaba a un pueblo famoso por su poderío marítimo en la Grecia clásica o en el Oriente helenístico: las flotas de Egipto y Tiro para la naumaquia de César, Persia y Atenas en la de Augusto, navíos de Sicilia y Rodas en la de Claudio.

Posteriormente las Naumaquias, mucho más modestas, pasarían a celebrarse dentro del circo y los anfiteatros. Fue Nerón el primero en construir un anfiteatro de madera del que nada ha quedado y tan sólo se sabe que estaba situado en el campo de Marte. Para la inauguración del Coliseo, en 80, Tito ofreció dos naumaquias, una celebrada en la piscina de Augusto, en la que se enfrentaron varios miles de hombres; la otra en el nuevo anfiteatro. La superficie de la arena del Coliseo era de alrededor de 79,35 x 47,20 m, las naumaquias de anfiteatro no podían por tanto tener la amplitud de anteriores espectáculos. Se puede intuir que tomarían la forma de una confrontación entre las tripulaciones de dos reproducciones de navíos de guerra, de tamaño real o casi, pero sin que pudieran ni maniobrar ni flotar realmente. Se sabe en efecto que tanto en anfiteatros como teatros se utilizaban decorados de barcos, a veces dotados de mecanismos con el fin de simular un naufragio.

No se sabe a ciencia cierta como se realizaba la inundación de los anfiteatros. Un anfiteatro no estaba destinado específicamente a la celebración de espectáculos acuáticos y debía seguir disponible para las cacerías y los combates de gladiadores. La rápida alternancia entre espectáculos terrestres y acuáticos parece haber sido la principal atracción de esta innovación. Debido a las profundas transformaciones de los sotanos del coliseo, resulta imposible saber como se llevaban a cabo las inundaciones, aunque los anfiteatros de Verona y Merida, donde se celebraron algunas Naumaquias, han dado alguna pista. Por ejemplo, la arena del anfiteatro de Merida, revela un foso poco profundo en su centro. Esta posible piscina estaría provista de escaleras y de un revestimiento estanco parecido al de las piscinas de las termas. También se aprecian dos conductos que debían estar conectados a un acueducto que pasaba cerca del edificio (el acueducto San Lázaro). Aun así, habría que suponer que para representar las naumaquias se haría desbordar ligeramente la piscina a fin de dar la impresión de una capa de agua que cubría toda la superficie de la arena y que rodeaba los dos barcos.

Día de Museos


Aprovechando que era el último día de la Semana Cultural, hemos estado de Museos.
Hemos empezado con el Museo Napoleónico, interesante. Se encuentra ubicado en un bonito palacio, justo enfrente del Palacio de Justicia, pero al otro lado del Tiber. En su interior se pueden apreciar, muebles, vajillas, estatuas, pinturas, vestidos, libros... y un sin número de objetos relacionados o pertenecientes a la familia Bonaparte.
Como no es muy grande, hemos terminado enseguida, así que nos hemos ido al Mercado de Trajano, sede del Museo del Foro Imperial y la verdad es que allí nos ha gustado mas que nada el propio mercado y sus vistas, como la de la foto, hecha desde el propio mercado, y que muestra el Foro de Trajano a la derecha y el Foro Imperial a la izquierda, divididos por el puente.
Cuando hemos terminado era ya hora de comer y como hacia un día precioso, lo hicimos al aire libre, en la cafetería de la terraza del Victoriano, que ha sido después de la comida nuestro tercer museo: una exposición de Renoir y después las propias instalaciones, incluido el museo Cívico de la Unidad Italiana, que por cierto no nos ha parecido nada interesante.
Una vez terminado le hice a Pachi una propuesta, visitar San Clemente (yacimiento arqueológico), San Juan (ver el Moisés de Miguel Angel) o El Palacio de Venecia (una exposición temporal de pintura) y él lanzó una contrapropuesta, un helado gigantesco y volver a casa a descansar para el viaje de mañana a Ostia.
Ah, que malo es conocerse...