viernes, 14 de agosto de 2009

El padre Duero

Hoy también va de ríos, pero esta vez de uno español: El Duero.
Intentando encontrar similitudes entre el Duero y el Rin, salvando las distancias, aparecen las siguientes:
  • Como los alemanes al Rin, los castellanos al Duero también le llaman "el padre Duero".
  • También es famoso el vino de la Ribera del Duero, aunque aquí es más conocido el tinto.
  • Pero también tenemos un blanco muy conocido en Castilla, cuya uva es típica de la Ribera del Duero, me refiero al Verdejo. Tipo de uva utilizado en la denominación de origen Rueda. Mi vino favorito.
  • Son muchos y muy variados sus puentes. Pero uno de los más vistosos, aunque no está en España si no en Portugal, también es como el de Colonia, un típico puente ferroviario.
  • Son muchos los castillos que se encuentran en los pueblos de la Ribera del Duero. Aunque no lo puedo asegurar, creo que puede ser el río español que más castillos reuna en sus riberas. Algunas de estas antiguas y bellas fortificaciones, iniciadas por los romanos, fueron posteriormente aprovechadas y remodeladas por árabes y cristianos en el medioevo.
  • Fue frontera como el Rin, pero no para los romanos, si no entre árabes y cristianos durante la Reconquista.
  • Y leyendas en el Duero hay muchas. Elegir una no ha sido facil. No es tan romántica como la de Loreley, pero la he elegido porque también tiene un poema.
Transcurre en la villa de San Esteban de Gormaz, a la que el conde castellano Garci-Fernández, puso cerco, venciendo a Almanzor. Dicen que fuertes contingentes de sarracenos acudieron a defenderla, ya que era frontera de moros y cristianos, y allí se libra la batalla del Vado del Cascajar, que cuentan dejó tintos de sangre los remansos del Duero. En este combate además lidiaron los famosos Siete Infantes de Lara, flor de la nobleza castellana.
Y en esta batalla nace una leyenda santiaguista: Dicen que un caballero llamado Antolinez, acudió en la mañana de Pascua, con sus mesnadas a lidiar en esta batalla, pero como era muy devoto, se detuvo en una ermita, la de Nuestra Señora del Rivero, enclavada en un cerro junto a la villa, dejando su caballo atado en las rejas del templo y mientras oia tres misas, el Apostol Santiago montó en su caballo, luchando en la batalla con tal coraje que desvarató las líneas enemigas consiguiendo el triunfo cristiano. También existe otra versión, en la cual en lugar de ser el Apostol Santiago, por mediación de la Virgen del Rivero, es un angel con la apariencia del caballero Antolinez, el que lucha contra los moros.

Son muchos los poemas que narran esta leyenda, el primero lo recogió Alfonso X el Sabio en sus Cantigas, en concreo en la Cantiga LXIII. Existe también un acto sacramental de Calderón de la Barca, que cuenta la leyenda. El poema, que transcribo, el más corto que he encontado, del que no conozco el autor dice así:


"En compañia del conde
estaba un hidalgo honrado,
Fernán Antolínez llaman
de Dios es muy abogado,
el cual tiene por costumbre,
de devoción inflamado,
el oir todas las misas
que se dicen en sagrado"

(Sus compañeros de armas le tachan de cobarde por haberse quedado en el templo. Más he ahí que en su mismo caballo, aparece en la batalla un combatiente que con la espada en la mano arrasa las líneas sarracenas)...

"De todos los caballeros
ninguno es tan señalado,
con la sangre de los moros
el campo deja bañado".

Por cierto cuando murió el caballero, pidió que lo enterraran en la ermita, y en su sepulcro se puede leer la leyenda: "Aqui yace Vivas Pascual que el oyendo la aqui misa lidian sus armas".