Bueno, ya hemos vuelto. Destrozados por supuesto. Ahora nos dedicaremos a reponernos durante unos días, y aprovecharé para contaros el viaje, poco a poco...
Salimos el martes pasado desde Valladolid a Murero, que es el nombre del pueblo aragonés, donde estuvimos cuatro días en nuestra visita a la Expo.
Nuestra primera parada fue para Peñafiel, de ahí la foto del castillo, que desde lejos asemeja un barco navegando por la estepa castellana. Cuando se construyó, no fue a propósito, simplemente se tuvieron que acomodar a la estrechez del terreno.Las pequeñas torretas que se ven en primer término, son los respiraderos de las bodegas. Debajo del castillo está todo oradado de cuevas, donde en su día reposaron los primeros vinos de la denominación de origen "Ribera de Duero", ya que Peñafiel fue la cuna de estos vinos.
Os cuento un poco la historia de esta ciudad.
Peñafiel en su origen fue, como Valladolid, territorio vacceo.
Es en época de la Reconquista, cuando se asienta un núcleo urbano al pie del cerro del castillo.
A principios del siglo X, se erige como plaza fuerte frente al Islam, y a finales del mismo siglo pasa a depender del Condado de Castilla.
A finales del siglo XIII, el señor de la villa es el famoso infante Don Juan Manuel, sobrino de Alfonso X el Sabio, que elige Peñafiel como lugar preferido entre sus estados.
Además del castillo, donde actualmente se ubica el Museo del Vino, se puede nvisitar en Peñafiel, los siguientes monumentos: la Plaza del Corso, la Torre del Reloj y las Iglesias de San Pablo, San Miguel, Santa María y Santa Clara. Y si os parecen muchas las Iglesias, os diré que hubo un tiempo que Peñafiel contó con diecinueve iglesias, tres conventos y seis ermitas.
Y no quiero terminar la entrada de hoy, sin hablar de una gran mujer. Me refiero a la que se reconoce como primera reina titular de la historia de España, Doña Urraca, hija de Alfonso VI, madre de Alfonso VII y durante un tiempo esposa de Alfonso I el Batallador, y es precisamente a éste al que cerca en el castillo de Peñafiel.
Uno de los hitos de su vida tuvo lugar el año de 1117, durante unas conversaciones entre la reina y el obispo en la capital jacobea que derivaron en motín. Urraca y Gelmírez tuvieron que refugiarse en la torre del palacio episcopal, pues los insurrectos habían prendido fuego a la catedral en busca de venganza. Cuando por fin el populacho halló el escondite de reina y obispo, las reacciones de ambos bastan para situar a cada uno en el lugar que le corresponde: Gelmírez arrancó la capa a un pobre vagabundo y escapó embozado, trepando por los tejados de la ciudad hasta refugiarse en la iglesia de Santa María. La reina Urraca fue violentamente atacada y despojada de sus ropas; pero aun así, en paños menores, plantó cara a los amotinados y les conminó a que expusiesen sus quejas, ayudando con ello a calmar la violenta situación. Finalmente, accedió a relevar a Gelmírez como señor jurisdiccional de la ciudad y a reponer la justicia.
Saber comportarse...
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