lunes, 28 de julio de 2008

Antiguo Castillo de Piedra Vieja

A finales del siglo XII, Alfonso II de Aragón y su esposa Doña Sancha de Castilla y de Polonia, ceden a doce monjes y un abad, de la Abadía del Poblet, los restos de una fortaleza de defensa musulmana, llamada Castillo de Piedra Vieja, y las tierras que la rodeaban, para fundar el Monasterio de Piedra, dedicado a Nuestra Señora de Piedra. La orden de estos monjes de clausura, era la del Cister.
Junto con los monjes, el rey llama a gentes de Cataluña, Navarra, Valencia,... para repoblar la zona y construir bajo las órdenes de los monjes el Monasterio, que tardan 23 años en edificar, poco tiempo si tenemos en cuenta sus dimensiones, aunque también hay que considerar que no tuvieron que ir lejos a por la piedra ni pulirla, ya que utilizaron la de los restos de la fortaleza y muralla musulmana.
Era la época de transición del románico al gótico, por lo que su estilo es Gótico Cisterciense, siendo su distribución, muy similar a la de otros Monasterios de la misma orden.
Los monjes vivieron en este Monasterio casi 700 años, abandonando el mismo, durante este tiempo, en tres ocasiones:
  1. La primera en 1808 durante la Guerra de la Independencia, que es ocupado por los franceses.
  2. La segunda en 1820-1823, durante el Trienio Liberal
  3. Y la última y definitiva en 1835 con la desamortización de Mendizabal.
En 1840 es comprado en subasta pública y pasa a ser propiedad privada.
Existe una visita guiada, en la que cuentan la historia, comenzando en el Claustro y siguiendo por todas las dependencias. Se visita la Sala Capitular, las capillas Barrocas, la Abadia, la Cripta, el pasadizo Románico de los Conversos, la Cocina Conventual, el Museo sobre la Historia del Chocolate, el Museo del Vino, el Museo de Carruajes, el Refectorio, el Calefactorium, el Lavatorium...
En fin, el recorrido es amplio, bien explicado e interesante.
Y una pequeña anecdota. Alfonso II de Aragón, era apodado el Casto, y el sobrenombre se debía a que no se le conocían hijos fuera del matrimonio.
No sabemos si el mérito era de su esposa, Doña Sancha, o de su padre Don Ramón Berenguer IV, apodado el Santo.

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