Llegamos no muy pronto al valle, cerca de las doce, aunque está a unos 180 kilómetros, una gran parte es por una carretera con muchas curvas y encima con tramos cortados y desvíos que hacían que el pobrecito navegador se volviera loco y tratara de enloquecernos a nosotros tambien, con la cantinela: “en el momento que pueda de la vuelta”, el caso es que se tarda más de dos horas en llegar, pero merece la pena. De todas formas, mañana haremos una excursión cortita, hay que descansar un poco de coche, desde que hemos salido de casa, el 15 de enero, llevamos más de siete mil kilómetros.
Bueno, os cuento por encima el valle de los templos, para que os hagáis una idea, Templos hay siete, unos mejor conservados que otros, pero todos bellos. He puesto como foto de la crónica el templo de la Concordia, por dos razones: una porque es el mejor conservado y de los más representativos y dos por su nombre, me gusta.
Además de los templos, había dos ágoras, la inferior y la superior, los restos de dos puertas, la II y la V, una necrópolis romana, unos arcos excavados en la roca en dirección al nacimiento del sol, llamados “Arcosoli Bizantini”, el Bouleuterion, el Ekklesiasterion, la Tomba di terone, el Gymnasium, la Villa Aurea: Centro multimedia y el Museo Arqueológico y una cosa muy importante, entre los templos de Giunone y de la Concordia, una cafetería con terraza, donde si bien te sableaban, también daban buen café, un zumo de naranjas sicilianas recién exprimido, excesivamente dulce para mi gusto y unos helados muy aceptables. En un día como el de hoy, os aseguro que era el sitio adecuado para sentirse como los propios dioses…
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